En el sector digital de búsqueda de empleo estamos acostumbrados a cambios constantes a una velocidad vertiginosa. Me fascina este dinamismo. Sobre todo, cuando irrumpe una nueva tecnología que supone un cambio disruptivo. La última gran transformación ya empezó hace años con la Inteligencia Artificial, que no solo está cambiando el mundo empresarial sino también está dejando huella en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana.
La IA está revolucionando el sector de los Recursos Humanos. Su implementación ha aportado eficiencia y eficacia a los procesos de selección, generando grandes mejoras en términos de tiempo y costes para las empresas. Además, permite a los reclutadores optimizar tareas repetitivas para poder enfocarse en aspectos más decisivos y de valor.
De cara a los candidatos, la IA también está cambiando la forma de buscar empleo. Más allá de encontrar ofertas ajustadas a su perfil y facilitar el proceso, gracias al análisis de datos, ya les podemos recomendar los pasos a seguir para su plan de carrera y desarrollo profesional, así como ofrecerles información sobre cómo de competitivo es su perfil en posiciones concretas.
De la misma manera que me fascina esta tecnología, soy consciente de la responsabilidad que tengo en que la Inteligencia Artificial tenga un impacto positivo en cuanto a la diversidad, igualdad e inclusión.
Es cierto que la IA promueve procesos menos discriminatorios al eliminar sesgos y prejuicios relacionados con la edad, género, discapacidad u otros factores. En base a los datos, facilita la identificación de candidatos que mejor se ajustan a la vacante de forma automática, rápida y objetiva.
Sin embargo, también es cierto que los algoritmos pueden descartar candidatos válidos que no se ajustan exactamente al perfil y que quizás no habrían sido descartados por un humano. Por el momento creo que las personas somos capaces de evaluar mejor las Soft Skills, los valores y la personalidad laboral. Aspectos como la responsabilidad, compromiso, adaptabilidad y estabilidad emocional, podrían escapar a un análisis de algunos algoritmos, aun siendo fundamentales para la empresa.
La IA no nace con valores, los tiene que aprender, como casi todo. Está diseñada para adquirir conocimientos a partir de datos y patrones, pero carece de la sensibilidad de las personas, lo que puede llevar a resultados sesgados y exclusiones injustas. Por el momento, a la hora de seleccionar la automatización y el autoaprendizaje no pueden reemplazar completamente el criterio humano, sino que lo deben complementar.
Me gustaría destacar el importantísimo papel que hoy todavía tienen los reclutadores en los procesos de selección. Aportan experiencia, intuición y una comprensión contextual global que a la tecnología, a veces, le cuesta replicar. De hecho, las personas perciben muchos más detalles en una videoconferencia que los datos digitalizados. No puedo asegurar que, en un futuro, la tecnología no vaya a hacer parte de su trabajo actual. He visto de todo en esta vida. Pero actualmente estos profesionales ejercen un papel imprescindible a la hora de seleccionar los perfiles de los equipos en las empresas y la IA les brinda una herramienta que les permite ahorrar tiempo, mejorando el performance.
El reciente caso de Carlos Sainz en el Dakar es un buen ejemplo. Con 61 años ha ganado su cuarto Dakar, una de las pruebas automovilísticas más duras del mundo, convirtiéndose en el piloto más veterano en ganar este mítico rally. Tengo serias dudas de que en un proceso basado en la IA este perfil habría sido elegido como finalista.
La combinación de la experiencia humana y las herramientas tecnológicas enriquece las posibilidades de contar con procesos de selección más certeros y personalizados, con beneficios para candidatos y empresas.
Como actores con capacidad de influencia en el futuro del sector de la búsqueda de empleo digital tenemos la responsabilidad de integrar lo mejor de ambos mundos. No podemos avanzar solamente por el camino del desarrollo tecnológico. Es imprescindible reflexionar sobre las implicaciones éticas al integrar los avances. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que, más allá de optimizar los procesos automatizados, la IA mantenga nuestros valores asegurando que los procesos sean cada vez más inclusivos, diversos e igualitarios.
Siempre teniendo en cuenta nuestro principal propósito: mejorar el encaje entre el candidato y el perfil que la empresa está buscando para conseguir una relación laboral duradera, satisfactoria y fructífera para los dos, la persona y la compañía.
La IA no es un objetivo en sí mismo. Pero es un medio con un potencial incalculable. El objetivo hoy y siempre van a ser las personas.